HISTORIA DE UN SUEÑO
RESEÑA DE LA FRATERNIDAD DE LA DIVINA MISERICORDIA DE LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESUS Y MARIA
La Fraternidad de la Divina Misericordia de los Sagrados Corazones de Jesús y María (FDM) surge de un grupo de oración conformado por hermanas laicas, pertenecientes a la Parroquia Jesús Pan de Vida (Cativá, Colón), dirigidas por su párroco, el Padre Teófilo Rodríguez Díaz.
El 2 de febrero de 1984, algunas mujeres del grupo deciden aceptar el llamado que sentían en sus corazones, resolviendo unir la oración a un apostolado, y asumen el nombre de “Comunidad de la Divina Misericordia” y el saludo de comunitario de “Paz y Alegría” al que se responde “en Jesús y María”; comienzan a compartir juntas Eucaristías, oraciones, visitas al Santísimo, apostolado, reuniones, ágapes, etc. Este nombre de “Divina Misericordia” con que se llamó a la comunidad hace alusión a ese excelso atributo de Dios Padre, su amor compasivo, que nuestro Padre Fundador ha experimentado grandemente en su vida, sintiéndose llamado a ponerlo en práctica y transmitirlo a las almas.
La Comunidad comienza brindando ayuda a niños carenciados de la parroquia y aéreas aledañas, llevando ayuda a sus casas (alimentos, medicamentos, vestido, útiles escolares, etc.). Con el pasar del tiempo, algunas de las mujeres del grupo sintieron en oración que Dios las llamaba a tener un lugar donde pudieran atender mejor a los niños que por diversos motivos no podían vivir con sus padres o parientes (algunas ya habían acogido uno o dos niños en sus hogares).
Sin medios económicos pero confiando en la Providencia, empiezan la búsqueda de un sitio apropiado. Una tarde el padre Teófilo visitaba un área en las afueras de la ciudad de Colón, una bella montaña ubicada a 700 pies sobre el nivel del mar, rodeada por un ambiente donde se observan las maravillas de la Creación por doquier, y con una hermosa vista del Lago Gatún, a la entrada del Canal de Panamá, sobre el Mar Caribe; allí vio un terreno identificado como ‘propiedad privada’. Maravillado con el hermoso paisaje y atraído por un algo especial bajó del auto y dijo: “éste es el terreno ideal para la obra”. Al poco tiempo recibió una llamada telefónica de un amigo, quien le invitaba a su casa a cenar. Terminada la comida, este amigo le pidió al padre un dólar. El padre, sorprendido, le preguntó para que querría él –persona de buenos recursos- un dólar de parte de un pobre párroco; pero ante la insistencia de su amigo se lo da y éste por toda respuesta le dice: “te acabas de comprar un terreno.” Para gran asombro del padre Teófilo, cuando días después vinieron a ver la propiedad, pudo percatarse de que era exactamente la misma a cuya puerta se había detenido semanas atrás, bendiciendo grandemente a Dios por su bondad.
Poco después, con escasos recursos pero con la ayuda de Dios, se inicia en el recién adquirido terreno la construcción de una pequeña casa con una capilla incluida, para dar albergue a los primeros niños y laicas de la “Ciudadela Jesús y María”, nombre con el que se designó esta obra donde se atenderían a niños abandonados y maltratados: una pequeña fortaleza (c.f. 2 Samuel 5,9) para resguardar a los pequeños bajo el amparo de Jesús y de María.
El 27 de septiembre de 1991, providencialmente coincidiendo con el día de San Vicente de Paul (santo que se caracterizó por realizar obras de misericordia), sin contar con las condiciones mínimas necesarias -como agua y un buen camino de acceso- pero con muchísima ilusión, se trasladan a la Ciudadela las primeras cuatro hermanas con cuatro niños, dando inicio al funcionamiento de la obra, que iría creciendo rápidamente.
En 1998 la comunidad asume el nombre de “Fraternidad de la Divina Misericordia de los Sagrados Corazones de Jesús y María” con el fin de llevar todas nuestras obras de misericordia bajo la espiritualidad de los Sagrados Corazones de Jesús y María.